Por: Carla Márquez Muñoz
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Para que las madres y padres ejerzan sus funciones de cuidado óptimamente, es necesario que sus niveles de estrés estén regulados. Los niveles altos de estrés, además de impedirles maternar/paternar, son transmitidos a sus hijos. Cuando los bebés experimentan estrés acuden a sus cuidadores para modularlo y, si esto no ocurre, comienzan a segregar respuestas biológicas que dañan sus cuerpos (resultado de los altos niveles de hormonas de estrés como cortisol o adrenalina). De hecho, hay estudios que sugieren que esto podría generar cambios en la estructura cerebral y en la respuesta inmune de los bebés, dejándolos más vulnerables a padecer enfermedades físicas recurrentes y futuros padecimientos mentales. Esto no sólo ocurre cuando el bebé ha nacido, sino desde que está en el vientre materno.