Por: Rodrigo Castro Cornejo
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Cuando la opinión pública se encuentra ante una posible acción gubernamental que debilite la democracia, es perfectamente posible que la gente subestime los efectos negativos de dichas acciones o incluso que consideren que esos efectos en realidad no son tan negativos (dado que el partido que lo patrocina es su partido político favorito). Este proceso es conocido en estudios de opinión pública como “razonamiento motivado” e implica que muchos ciudadanos perciben y juzgan los eventos que suceden durante el debilitamiento de una democracia con un sesgo partidista. En otras palabras, cuando los gobiernos proponen medidas para debilitar los pesos y contrapesos, muchos individuos procesan dicha información con el objetivo de llegar a una conclusión predefinida o incluso pueden moldear esa información para que sea consistente con sus lealtades partidistas. Ante una disyuntiva como debilitar la democracia por un lado, o apoyar sus intereses partidistas por el otro, muchas personas suelen apoyar esa segunda alternativa, aunque eso signifique debilitar la democracia, ya que ese tipo de acciones avanza los intereses de su partido político.