Por: Ángeles Mastretta
Ilustración: Gonzalo Tassier, cortesía de Nexos
No sé si mi tía Julia alguna vez frio un huevo, nunca vi tal espectáculo. Ella andaba por su casa, con los lentes colgándole del cuello o de la nariz, según si iba con prisa o estaba frente a la máquina en que escribía moviendo de vez en cuando la cabeza de un lado a otro, como reprochándose un desacierto. Julia Guzmán fue la primera mujer que yo vi escribir para ganarse la vida. Por entonces, su hija, célebre ya, se había casado con un escritor de lujo y frente a tal pareja ella era otra vez una expatriada. No sé bien esa historia, sé sí que ella fue cálida como una nuez, elocuente y capaz de una ironía que aún anda por la sangre de la familia viendo en qué lío mete a quien la posee.