Por: José Luis Lezama
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Glasgow no es sino la última representación de un melodrama, un intento más del mundo del capital por responder a los retos que representa administrar, gobernar la crisis, hacer sostenible la devastación de los mundos humanos y no humanos que irremediablemente provoca. La COP26 nació muerta, no tiene esperanza, todos los síntomas anuncian su fracaso. Mientras todo mundo habla del clima y del fin del mundo, la miseria avanza, la desigualdad se fortalece, la voracidad de los consorcios que devastan a humanos y no humanos se hace normal e invisible. Cada vez, de manera más cínica, los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, y nadie habla de atacar y enfrentar las causas, los factores de tanta desigualdad y miseria; mejor cerremos los ojos y pensemos que el mundo se acaba, pensemos mejor en los grandes pecados que tenemos que expiar, en el castigo de dios por anhelar un mundo justo. En la santa cruzada que se ha convertido la lucha climática: ¿a quién le importa la miseria y la suerte de los pobres y los excluidos?