Gorostiza, Sor Juana y las comparaciones que edifican nuestra lengua

“Muerte sin fin” de José Gorostiza y “Primero sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz son frecuentemente catalogados como los dos grandes —largos, sí, pero también grandiosos: altos, altivos, diría Sor Juana— poemas de la literatura mexicana.

Si leer un poema, o dos, ayuda a esto, que así sea.
Nexos
Ciudad de México /

Por: Tessy Schlosser

Ilustración: Augusto Mora, cortesía de Nexos

El parentesco entre “Muerte sin fin” y “Primero sueño”, sin embargo, no se reduce a su atención a la luz y la oscuridad, al uso de heptasílabos y endecasílabos o al trato con la metafísica y la epistemología. “Muerte sin fin” y “Primero sueño” comparten una preocupación con la dialéctica entre la universalidad y la particularidad, lo abstracto y lo concreto. Tal preocupación se manifiesta de formas muy distintas en cada poema. En “Muerte sin fin” la descubrimos en la figura del vaso, al mismo tiempo uno de los objetos más cotidianos y una representación de la Forma que contiene la Esencia de las Cosas. En “Primero sueño”, por otro lado, la encontramos en la arquitectura. La naturaleza piramidal de la sombra que inaugura el poema encuentra ecos tanto en el hemisferio occidental que el sol alumbra al final del texto como en Alejandría, donde se mueve el faro del conocimiento. Aquí, el Alma se arroja al Conocimiento en el Mundo, pero lo hace desde un cuerpo particular y esto, como veremos más adelante, no es un detalle insignificante.

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