Por Héctor Ivar Hidalgo Flores
Ilustración: Patricio Betteo
Cuando Carranza conformó el ejército constitucionalista en 1913, antecedente inmediato del ejército actual, tenía bien identificado al usurpador que pretendía destruir las instituciones. En la actualidad, el agente que provoca la inestabilidad nacional no tiene un rostro claro, ya que la delincuencia —organizada o no— se ha diversificado de tal manera que resulta difícil su combate. En este sentido, es razonable que el Estado mexicano quiera echar mano de todos sus recursos para enfrentar al delito, incluidas las fuerzas armadas. Sin embargo, las autoridades no pueden actuar de manera ilimitada, pasando por alto el derecho internacional o los derechos humanos.