Ironía

Bajo el terror de Stalin, Shostakóvich vivió con miedo a ser juzgado sin garantías, a ser trasladado a un campo de concentración o a ser desaparecido o asesinado.

Pero existe una ironía amarga. No hay espacio, dice Barnes, para la ironía de un torturador o un torturado.
Nexos
Ciudad de México /

Por: José Woldenberg

Ilustración: Jonathan Rosas, cortesía de Nexos

Cuando Shostakóvich ingresó, presionado, al Partido Comunista de la Unión Soviética, escribió “su cuarteto octavo” y les dijo a sus amigos que mentalmente la obra estaba dedicada a la “memoria del compositor”. Una especie de réquiem por sí mismo. Era, al parecer, un nuevo gesto irónico, presuntamente preventivo. Un dicho que intentaba, quizá con desesperación, cercenar su música de su “compromiso político”. Por supuesto, la obra no podía ser publicada con esa dedicatoria, sino con una que fuera conveniente para el Partido, y así la partitura fue presidida del muy edificante homenaje “a las víctimas del fascismo y la guerra”

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