Por: Ronaldo González Valdés
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Lo conocí muy joven cuando, recién ingresado a la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Sinaloa (después culminaría la carrera de Sociología). Javier se acercó para comentarme sus inquietudes sociales, sus ganas de participar en la organización y el activismo estudiantil. Me lo encontré luego involucrado con el Centro de Cultura Popular, interpretando música folklórica y latinoamericana. Más tarde me topé con su imagen en los carteles de promoción de su candidatura a diputado, postulado por una izquierda marginal, con una foto en la que aparecía como cholo, es decir, como un personaje ya no sólo políticamente contestatario sino contracultural con todas las letras. Del movimiento organizado de la izquierda a la lucha cruda, densa, frecuentemente anónima de los jóvenes, las mujeres, los invisibilizados, los victimizados y revictimizados de siempre, así comenzaba Javier una andadura plena de pequeñas, entrañables satisfacciones y también de riesgos que culminarían con el previsible absurdo de su asesinato.