Por: Federico José Saracho López
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Los muros de concreto de la ciudad, levantándose cientos de metros sobre nuestras cabezas, representan en nuestra conciencia colectiva la afrenta más clara que los humanos hemos desarrollado contra aquello que denominamos “naturaleza”. Nuestros caminos de asfalto, nuestros techos de cemento y varilla, y nuestras ventanas de vidrio son la imagen de nuestra acción contra toda vida que no sea la humana, obligando a animales y a plantas a vivir en los bordes, subsuelos, techos y contornos de lo construido. Y, aun así, no podemos negarnos que necesitamos de ese “mundo natural”. Por ello, cuando buscamos darle espacio, procuramos ordenarlo, intentando llenar de “verde” nuestras estancias con macetas, algunos de nuestros caminos con camellones y diseñando amplias áreas verdes completas para caminar entre “lo natural”.
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