Por: José Antonio Aguilar Rivera
Ilustración: Belén García Monroy, cortesía de Nexos
El neoliberalismo es resiliente y omnicomprensivo. Sobre todo, está por doquier aunque no lo percibamos a simple vista. Lo respiramos como el ozono que no vemos pero intoxica. ¿Cómo detectamos su presencia? Por las marcas y secuelas que deja a su paso. Aquí y allá hay recordatorios en las bardas de nuestra vida pública: “El neoliberalismo estuvo aquí”. Ante los señalamientos de los críticos que aducen que el término neoliberalismo es vago e “inoperante”, Lemus responde: “Desde luego que este intento de naturalizar e invisibilizar el neoliberalismo es ya, neoliberalismo. El neoliberalismo no importa qué tanto lo nieguen los neoliberales, existe”. Así se construye un alegato que descansa en una elaborada, y un poco desvergonzada, petición de principio. La proposición a ser probada —el efecto del neoliberalismo— es una premisa del argumento mismo. La explicación teleológica es circular: no puede ser refutada ni falseada.