La deriva de los intelectuales rumanos al fascismo y el holocausto

Rumania tenía en los años treinta y cuarenta una intelectualidad pequeña pero destacada, de apenas unas doscientas personas, que se alternaban entre dos cafés, el Corso y el Captsa.

La deriva de los intelectuales rumanos al fascismo y el holocausto
Nexos
Ciudad de México /

Por Claudio Lomnitz

Ilustración: Alberto Caudillo

El 24 de junio de 1941, a tres días de la invasión nazi de la URSS, Mihail Sebastian escribe en su diario que aparecieron en todo Bucarest dos pósters pintados por Anestín, un artista gráfico de la farándula. Uno de ellos retrataba a Stalin con las manos ensangrentadas, y rezaba “El carnicero de la Plaza Roja”; y el otro “muestra un judío en una bata roja, patillas enruladas, gorrita de religioso, y barba, deteniendo un martillo en una mano y una hoz en la otra; escondidos tras de su abrigo hay tres soldados soviéticos”. Arriba, el póster rezaba: “¿Quiénes son los amos del bolchevismo?”.

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