Por: Natalia Mendoza
Ilustración: Raquel Moreno, cortesía de Nexos
En términos de devastación, la construcción del muro fronterizo sólo es comparable con la industria extractiva. La diferencia, por supuesto, es que la valla fronteriza no tiene una relación tan clara con la plusvalía. La construcción del muro ha significado un gasto absurdo de recursos en la realización de una obra que tiene una función más bien monumental. En los discursos de los opositores indígenas, sin embargo, la construcción de este dispositivo a través de las tierras de la reserva no se describe como una anomalía, sino como la forma más reciente de una larga sucesión de despojos territoriales. Es verdad, visto desde este lugar, el muro fronterizo no es más que un ambicioso proceso de cercado, similar al que describen Marx y Polanyi como el mecanismo básico de la acumulación originaria. Tampoco hay que olvidar que el muro fronterizo es en parte un proyecto privado. No sólo porque hay un amplio complejo industrial dedicado a la militarización de las fronteras en todo el mundo que opera por medio de contratos gubernamentales, sino porque segmentos enteros del muro de Trump fueron directamente financiados por fundaciones privadas y voluntarios.