Por: David Herrera Santana
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Las operaciones militares son una fuente enorme de emisión de contaminantes a escala mundial. El Pentágono, al ser el principal consumidor institucional de energía, es también una de las entidades más contaminantes, y lo ha sido por décadas. La huella militar tiene también su huella ecológica. No obstante, frente a las drásticas modificaciones producidas por el cambio climático, el DoD también ha percibido sus efectos disruptivos como un problema de seguridad nacional. Frente a ello, y ante la posibilidad de que las alteraciones climáticas también afecten drásticamente a las operaciones militares, se busca producir un sistema militar resiliente, de adaptación y corrección de daños, ante la negativa y práctica imposibilidad de cambiar los patrones mismos de militarización. Por ello, el antimilitarismo es, hoy más que nunca, una posición ética y política que aboga por una opción civilizatoria alternativa a futuro.