Por: Enrique Martínez Meyer
Ilustración: Daniela Martín del Campo, cortesía de Nexos
Nunca antes en la historia de la humanidad hemos tenido tanto conocimiento acerca de cómo funcionan las cosas en el mundo, sin embargo, no lo usamos a nuestro favor. Por el contrario, la mayor parte de las personas y sociedades con mayor influencia en la dinámica socioeconómica global siguen empeñados en operar bajo el paradigma de que la naturaleza está para servirnos de ella con el fin de satisfacer las necesidades básicas y superfluas de una población humana cada vez más numerosa, exigente e insaciable. Pensamos que tenemos el derecho supremo de hacer con los recursos naturales, incluyendo los demás seres vivos, lo que mejor nos convenga como sociedad o, más bien, lo que mejor le convenga al sector dominante de la población. No obstante, esta forma de ver la vida resulta contraproducente para la humanidad. Ya son muchas las señales que nos dicen —a gritos— que la situación socioambiental está en un momento definitorio para el futuro del planeta. Un futuro más próximo y más incierto de lo que podíamos prever hace unos pocos años.