Por: Soledad Loaeza
Ilustración: David Peón, cortesía de Nexos
La jornada electoral del pasado 6 de junio deberá ser recordada como un evento virtuoso en el que los mexicanos cumplimos con la obligación cívica de votar, no obstante las advertencias. La tasa de participación fue de 53 %, relativamente alta para este tipo de comicios. Seis años antes fue de 48 %, un porcentaje superior a los que se habían registrado anteriormente. Esto indica que los mexicanos creemos en el voto y que sabemos para qué lo necesitamos. Nos sirve para elegir representantes y autoridades; pero también es un instrumento insustituible para construir la legitimidad política, que enaltece la lucha por el poder. Por esa razón se organizan elecciones prácticamente en todo el mundo, incluso en países que viven bajo un régimen autoritario, como China. En los últimos años hemos podido constatar las diferentes dimensiones del sufragio, por ejemplo, cada vez es más utilizado como arma de defensa ciudadana; pero también la legitimidad que provee ha servido para justificar decisiones autoritarias.