Por: Ángeles Mastretta
Ilustración: Gonzalo Tassier, cortesía de Nexos
En la mañana habíamos estado caminando, para arriba y para abajo, una playa en la que luego nos metimos en busca de las olas. Una playa color terracota, hecha de piedras diminutas, que me recuerda la niñez. Tanta era mi capacidad para sentir nostalgia de lo no visto, cuando apenas tenía nueve años, que un enero le pedí a mi prima Alicia que al volver de Acapulco me llevara un poco de arena. Se lo conté a mi amiga mientras andábamos caminando. “¿Quieres llevarte ahora?”. Dije que no. Que con sentirla bajo los pies. Que con seguir evocando tendré suficiente.