Por Arianna Krystel Galicia Castañeda y Vanessa González Covarrubias
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
La hipertensión es un incremento anormal en la presión arterial y se diagnostica cuando se alcanzan niveles de más de 140/90 mmHg, un valor superior a los niveles saludables de 120/80 mmHg. Esta es la afección crónica más común y el principal factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, que representan la primera causa de muerte a nivel mundial. En México, el 30.2 % de los adultos y el 60 % de los adultos mayores padecen hipertensión como consecuencia del envejecimiento. El mundo está viviendo la tercera transición demográfica o envejecimiento poblacional, en México se estima que la proporción de adultos mayores crecerá del 6.8 % en 2012 al 16.8 % en 2050, por lo que es lógico esperar que la prevalencia de la hipertensión incremente considerablemente. Existe un importante problema en el control de la hipertensión arterial. Al principio mencionamos que tal vez se conozca a alguien que tome más de una pastilla sólo para tratar la hipertensión, situación en la que radica el problema al que me refiero. En México, cuando las personas son diagnosticadas con hipertensión arterial, los médicos inician un tratamiento no farmacológico que se enfoca en que los pacientes cambien su estilo de vida —disminuir el consumo de sal, hacer ejercicio, entre otros— para lograr que los niveles de presión arterial disminuyan a menos de 140/90 mmHg. Cuando esta primera estrategia no funciona, se comienza el tratamiento farmacológico con antihipertensivos.
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