Por: Jorge Mantilla
Ilustración: Fabricio Vanden Broeck, cortesía de Nexos
Las lecturas sobre las dinámicas del crimen en Colombia, así como las políticas para mitigarlas, han estado atravesadas por dos grandes relatos que hoy resultan insuficientes para explicar la violencia crónica, siendo éstas la narrativa de guerra contra las drogas y la del conflicto armado. Ambas han dominado la imagen que se tiene del país a nivel internacional pero también han sido la matriz de interpretación para el diseño de las políticas de seguridad, simplificadas en la dañosa pero políticamente rentable expresión del “narco-terrorismo” que fascina a políticos y analistas. Aunque ambas realidades —la guerra contra las drogas y el conflicto armado— hacen parte de nuestra historia presente y en buena medida explican los ciclos de violencia que cada década nos ponen de cara a un nuevo proceso de negociación con grupos armados, estas narrativas terminan por confundir al público, e incluso a tomadores de decisión.