Por: José Woldenberg
Ilustración: Jonathan Rosas, cortesía de Nexos
Los regímenes democráticos viven por y para el pluralismo. Porque en la sociedad coexisten diversas ideologías, intereses, sensibilidades, aspiraciones y para que las mismas puedan expresarse, convivir y competir. No es una guerra porque esa diversidad es legítima y por ello es necesario edificar puentes de comunicación e intercambio. En las guerras, por el contrario, la legitimidad del “otro” suele desaparecer y por ello los espacios para los matices o las disidencias dentro de los campos enfrentados se estrechan hasta volverse (casi) imposibles.