La sabiduría del deseo

La obra de Carson "Eros, el dulce-amargo", demuestra que la felicidad es el goce de quien acaricia, no de quien sujeta.

La clasicista aprecia como nadie la importancia de lo trunco y de lo remendado.
Nexos
Ciudad de México /

Por: Jesús Silva-Herzog Márquez

Ilustración: José María Martínez, cortesía de Nexos

El erotismo como vía de comprensión. Una forma de apreciar lo inaprensible. Esa es la naturaleza agridulce del Eros que ella explora en su admirable ensayo. Sigue ahí una pista de Safo. Significativamente es un fragmento, una idea incompleta que llega a nosotros como un acertijo. Eros: esa criatura irresistible que me ablanda. La que me envuelve en un remolino dulce-amargo. No agridulce como dije arriba, porque no funde los sabores. Dulce primero y amargo después. La manera en que Eros actúa en la mente del deseo, dice Carson, resuena en la manera en que el conocimiento actúa en la mente del pensador. Enamorarse y comprender: dos maneras de sentirse auténticamente vivo.

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