Por: Paulina Rivero Weber
Ilustración: Daniela Martín del Campo, cortesía de Nexos
La urgencia bioética en este siglo XXI es la misma que hace un siglo: salvaguardar la vida en el planeta. Y la única manera de lograrlo es llevando a cabo las acciones necesarias para restablecer el equilibrio perdido por la avidez humana: no ingerir carne de vaca o de cerdo, no emplear elementos contaminantes, reciclar y sobre todo, no desperdiciar. Si el ser humano, como bien lo dijo Baruch Spinosa, nace ignorante de sus causas y con un gran apego a su “más amado yo”, urge cambiar; dejar de ignorar nuestras causas, comprender la evolución de la vida y nuestra responsabilidad coevolutiva, para dejar de enfocar el amor hacia el “más amado yo” y girarlo hacia el resto de la vida. Restaurar el equilibrio ecológico de nuestro planeta es la obligación mayúscula de bioética para el siglo XXI.