Por: Jorge Javier Romero Vadillo
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Desde el pacto fundacional del PRI, en 1946, las Fuerzas Armadas han contado con un blindaje informativo que no admite el cuestionamiento de sus actuaciones. La opacidad de la operación de la milicia, con la argucia de la seguridad nacional, ha evitado que sean evidentes sus actos de corrupción, sus reiteradas violaciones a los derechos humanos y su ineficacia en la contención de la delincuencia; de ahí su aparente popularidad, más producto de falta de información que de reconocimiento de sus resultados y honradez. Frente a la incapacidad de gobernar de las burocracias civiles, identificadas más como grupos políticos en competencia que como cuerpo profesional de gestores, la milicia aparenta ser un cuerpo más disciplinado, con menos problemas de agencia y más responsable, o al menos así parece verla el presidente López Obrador.