Por: Alan Salvador Hernández Morales
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
La gobernanza criminal de forma coactiva ha sido la más documentada por investigaciones periodísticas y académicas. Una de las entidades en donde se ha conformado claramente un control de la vida cotidiana a través de la violencia ha sido Michoacán. Ahí, la llegada de Los Zetas a principios del siglo XXI modificó la relación de convivencia relativamente pacífica entre criminales y miembros de la comunidad que había existido durante las décadas anteriores, ya que se instauró un régimen extorsivo que fue retomado y endurecido años después por La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios y, recientemente, por el Cártel Jalisco Nueva Generación. De igual forma, todas ellas, han tenido en diferentes momentos un control sobre diversos bienes y servicios públicos través del uso de la fuerza, como ha sido la extracción de hierro y otros minerales para ser exportados a países como China e India, la tala ilegal y la explotación de recursos forestales en tierras comunales, el robo de combustibles, así como la destrucción de carreteras y la toma de casetas. En dicha entidad, también ha sido constante la intervención de las organizaciones delictivas en los procesos electorales de varios municipios mediante amenazas, secuestros y homicidios de funcionarios públicos locales y candidatos a puestos de representación popular, así como del robo de urnas durante los comicios.