Por: Adrián Acosta Silva
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
Desde hace tiempo, la producción de conocimiento está más obsesionada por la productividad y los resultados que por los procesos que la hacen posible. La legitimidad de la ciencia descansa en los procesos, mientras que la legitimidad de las políticas científicas se concentra en los resultados. La historia social del conocimiento muestra cómo esa tensión entre dos racionalidades también obedece a diferentes agendas, temporalidades, espacios y actores interesados. Las y los científicos y tecnólogos forman comunidades de conocimiento que se configuran en largos procesos de formación académica, acumulación de experiencias, liderazgos intelectuales de personas en disciplinas específicas, y prácticas de discusión e intercambio entre colegas o condiscípulos (sus referentes son los procesos de investigación). Los gestores y funcionarios relacionados con las políticas forman comunidades centradas en el diseño de agendas, la eficiencia de los instrumentos, y la medición de la productividad científica (sus referentes son los indicadores de la investigación).