Por: Hugo Roca Joglar
Ilustración: Sergio Bordón, cortesía de Nexos
La última música de Beethoven es indomeñable y destructiva. Compuso sin descanso cuartetos para cuerdas (seis —del 12 al 16— entre 1825 y 1827). Partituras desgarradas de la historia de la música que desafían los pilares del arte occidental al despreciar la tonalidad. Los sonidos en vez de avanzar permanecen suspendidos. Están articulados fuera de tiempo (un siglo después, durante el primer cuarto del siglo XX, se descubrió que prefiguran vanguardias tan radicales como la microtonalidad…). Acordes etéreos, ritmos confusos y melodías sin movimiento que flotan y se desintegran. Música que existe en las fronteras de la conciencia y nada en ella puede ser comprendido… salvo su desolación, salvo su horror… salvo su grandeza.