Por: Paloma Villagómez Ornelas
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
La creciente denuncia de las desigualdades provoca reacciones de incomodidad que parecen trascender el plano de las explicaciones objetivas. A pesar de la abundante producción de evidencia sobre la diversidad, la profundidad y la perversidad de las inequidades, persiste la resistencia a reconocer injusticias sistemáticas detrás de lo que se interpreta como meras diferencias. En no pocas ocasiones las reacciones a la crítica alcanzan niveles de irritación preocupantes; los argumentos se trivializan, vuelan adjetivos y acusaciones personales y la conversación muta rápidamente en intercambios coléricos. Estas reacciones sugieren que al hablar de desigualdad no sólo aludimos a brechas medidas en puntos porcentuales o razones aritméticas, sino que tocamos las fibras de formas de interacción en las que está en juego algo más que la distribución de recursos económicos.