Por: Estefanía Vela
Ilustración: Kathia Recio, cortesía de Nexos
El problema, por supuesto, no es sólo que se grava de esta forma una necesidad. Es, también, que se trata de un impuesto que afecta en exclusiva a un grupo de personas. Porque, pensémoslo: ¿quién absorbe en realidad ese 16 por ciento? Las personas que requieren estos productos. ¿Qué determina quién requiere estos productos? El factor más importante: el sexo de una persona. Estamos, tal cual, frente a un impuesto sexista sin paralelo. En la discusión que se ha desatado en torno a la iniciativa, esto ha quedado claro cuando hombres, en su mayoría, se burlan de la medida sin ser capaces de dar, sin embargo, un contraejemplo de un gravamen basado en una función fisiológica equivalente por la que solo atraviesa esa mitad de la población. Más allá de lo formal, sin embargo, la iniciativa también llama la atención al impacto económico y social que tiene la regulación actual de productos para la gestión menstrual.