Por: Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
Asumir que la forma en que se distribuye el ingreso o la riqueza en un país es una representación directa del grado de esfuerzo realizado por las personas implica asumir que todos y todas tienen las mismas oportunidades. Es decir, que no hay ningún elemento fuera del control de la persona en cuestión que le ponga en desventaja frente al resto, y que, en consecuencia, ponga a otros en una situación ventajosa. Si bien la idea parece sencilla, en realidad no lo es, porque trae consigo dos preguntas relevantes: ¿Qué elementos fuera del control de las personas les ponen en ventaja sobre otros? Y una vez que hayamos definido de qué elementos se trata, ¿debemos limitar la influencia de dichos elementos?