Por: Ainhoa Suárez Gómez
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
A mediados del siglo pasado, cuando la Seña se reconoció como lengua en sí misma, dueña de un sistema sintáctico, semántico y gramatical propio, se originó un movimiento de protesta en contra del llamado “audiocentrismo”. Es decir, en contra de la concepción que reduce el lenguaje a una función cognitiva realizada por un canal vocal-auditivo considerado, a su vez, como el medio idóneo y superior de comunicación frente a otras formas de aprehensión e interacción expresiva. Uno de los primeros eventos de este movimiento data de 1977, cuando Tom Humphries acuña el término “audismo” para comprender la forma en que la supuesta superioridad de la voz fomenta diferentes actitudes perjudiciales hacia la Seña y quienes la usan.