Por: José Woldenberg
Ilustración: Alberto Caudillo, cortesía de Nexos
Para ganar la adhesión de los más, el demagogo no intenta elevar el nivel de comprensión de sus partidarios, más bien se dedica a alimentar sus prejuicios, simplificando, expresando lo que cree que lo conecta con ellos, mimetizándose con las emociones y nociones que están sembradas en la sociedad. Reniega, por inútil, del eventual papel pedagógico que puede tener la política y por ello ni siquiera trata de elevar el conocimiento de la mayoría. Por el contrario, explota el sentido común, le ofrece cauce y representación, y no le importa si lo dicho es verdad o mentira, si aclara o confunde, lo relevante es ganar la voluntad de los seguidores.