Por: Elisa González Verdejo
Ilustración: Raquel Moreno, cortesía de Nexos
En palabras de la folclorista Katherine Briggs, uno de los significados de las historias de fantasmas es el llamado a los muertos para ayudar al crecimiento de las semillas recién sembradas. Los cultivos quedan en espera de la buena fortuna de la lluvia y es durante esta época cuando emerge, por ejemplo, la colonización del hongo de la polilla fantasma y otros insectos. De encontrar el hongo que coloniza insectos vivos, probablemente estaríamos caminando entre las frías y húmedas praderas escarpadas del Tíbet, en las cuales, cuenta la leyenda, pueden avistarse hormigas caminar entre tejidos carcomidos, con el torso semidescubierto con pedazos de órganos internos expuestos. Así recorren las veredas, en una continua digestión enzimática interna que las lleva a caminar erráticamente de aquí a allá. Sin más, se desvían de sus caminos enfilados que antes las motivaba a seguir, detrás de sus hermanas. Dejan a un lado sus labores comunitarias y, al olvidar su compromiso biológico con su nido, buscan escalar árboles hasta llegar a las hojas más altas que puedan alcanzar. En un estado semiinconsciente, deciden anclarse. Algo dentro de su sistema nervioso las sujeta a este lecho final. Y de su cuerpo surgen hilos transparentes hacia el exterior que revelan un micelio, la estructura vegetativa del hongo que asemeja a una raíz de planta. Son las hormigas zombies y, el responsable de su susidio, el hongo del género Ophiocordyceps.