Por: Aranxa Sánchez y Sofía Sánchez Velasco
Ilustración: Kathia Recio, cortesía de Nexos
La pobreza menstrual se define por la falta de acceso a productos para la gestión menstrual la falta de infraestructura de agua, saneamiento e higiene (WaSH); la falta de dignidad derivada de la estigmatización; y la falta de educación al respecto, cuestiones que atañen tanto a países desarrollados como en vías de desarrollo, y que exacerban las desigualdades como resultado de políticas sociales carentes de perspectiva de género e interseccionalidad. Parafraseando a Jennifer Weiss-Wolf, limitar nuestra comprensión de la menstruación digna exclusivamente al acceso a productos de gestión menstrual ignora la verdadera comprensión y complejidad de los círculos de pobreza que, aun cuando se llevan a cabo con las mejores intenciones, tienen un impacto diferenciado en las personas menstruantes que pretenden ayudar.