Por: Miguel Torhton
Ilustración: Belén García Monroy, cortesía de Nexos
Desde luego, las cosas hechas al aventón corren el riesgo de salir mal. Aunque faltan días para seguir revisando lo que fue turnado a la Cámara de Senadores, una primera lectura no deja duda de que varios cambios aprobados podrían llegar hasta la Suprema Corte debido a su naturaleza abiertamente inconstitucional. De igual forma, sería ingenuo pensar que las diputadas y diputados que aprobaron esta reforma han podido calcular los efectos que podría traer incluso para sus propios partidos. Por la torpeza de aprobar algo que ni conocen, les podría salir el tiro por la culata. En caso de que este desaseado proceso no fuera suficiente, para ganar algunos votos más los diputados de Morena concedieron a sus secuaces del PVEM y del PT algunos regalos: blindaron el registro de los partidos, les dieron la posibilidad de hacer guardaditos de recursos públicos para campañas futuras y se inventaron unas transferencias de voto por medio de convenios de coalición. Estas aberraciones en la ley electoral mexicana son una ayuda directa a partidos que, con las reglas actuales, próximamente perderían el registro. Con estos cambios, bastaría con hacer alianzas para que lo conservaran. El PVEM y el PT, partidos rémoras, vendieron caro su apoyo a una reforma que exhibe un vicio profundo en el sistema político mexicano: la negligencia absoluta del Poder Legislativo para hacer leyes, dada su completa subordinación a los caprichos del Poder Ejecutivo. La mejor evidencia de lo anterior es que el propio presidente López Obrador reconoció que se trata de cambios indeseables y anunció que serán corregidos: “Fue el duende que hizo sus travesuras”, justificó.