Reforma electoral 2022: de lo perdido, lo arrebatado

El Plan B es, en esencia, una recuperación de las iniciativas de la reforma constitucional que podían pasar por la Cámara de Diputados sin necesidad del voto de sus dos terceras partes.

Ese mamotreto está centrado en reducir los presupuestos y las capacidades del INE y los tribunales electorales. | Belén García Monroy
Nexos
Ciudad de México /

Por: Miguel Torhton

Ilustración: Belén García Monroy, cortesía de Nexos

El INE debe reformarse. Es necesario revisar duplicidades, derroches e ineficiencias, de tal forma que su operación se vuelva más eficiente y rinda mejores cuentas a la ciudadanía. Tal es lo mínimo que podríamos esperar de cualquier institución pública, incluso si implica hacer cambios importantes a su administración, presupuesto y estructura. Sin embargo, estas medidas ameritan que se priorice una discusión pensada y argumentada de cara a la ciudadanía, en lugar de un leñazo de revancha a medianoche como el que mandó el presidente. Ante la incapacidad del liderazgo del INE de articular un discurso coherente, el presidente logró que cayeran en su juego: el de la polarización. Convocaron a una marcha pidiendo que no se tocara al INE, como si moralmente existieran dos bandos: a favor del INE o a favor del gobierno. La realidad es que el INE sí debe tocarse, enmendarse, mejorarse. Lo que nunca puede cederse es la independencia que significa que los ciudadanos organicemos las elecciones en este país con una sana distancia del poder. Si se busca que este sistema sea parecido a lo democrático, tal vez desde este principio podemos reimaginar los cambios que hay que exigir a las instituciones electorales que vienen.

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