Por: Javier Raphael-Carcer
Ilustración: Ricardo Figueroa, cortesía de Nexos
Los vínculos históricos entre Centroamérica y México son ancestrales. En el sur de México y en una parte de Centroamérica se estableció una de las sociedades prehispánicas más importantes: la cultura maya. Además, ambas regiones fueron subyugadas por la Corona española durante tres siglos. Incluso una vez consumada la Independencia, durante un breve tiempo, lo que hoy es Guatemala, Honduras y Nicaragua formaron parte del Primer Imperio Mexicano en 1821. No obstante, el panorama del siglo XX fue muy distinto al del siglo XIX, ya que la relación entre ambas regiones fue casi inexistente debido a que Centroamérica vivió una etapa de guerras civiles, golpes de Estado y gobiernos militares. Otro aspecto importante de la división entre ambas partes fue la participación de Estados Unidos en los conflictos armados de América Central que resultó en que México marcara aún más la distancia con sus vecinos del sur. Fue hasta el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, en la década de los sesenta, que la atención se dirigió hacia la frontera sur a través de una política del “buen vecino”. Es decir, reanimar las relaciones por medio de construcción de vías de desarrollo para mejorar la política de convivencia. Díaz Ordaz visitó los países centroamericanos e inició el diálogo sobre acuerdos de intercambio científico-tecnológico, cultural y de cooperación económica para fomentar el desarrollo de la zona.