Por: Aleister Montfort y Sergio A. Bárcena Juárez
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
A diferencia de lo que sostiene buena parte de los trabajos teóricos —y de lo que se observa en democracias industrializadas—, al analizar los datos de las últimas elecciones de diputados federales, en México no existe un sesgo de voto por clase que haga que los sectores ricos tengan mayores niveles de participación que los deciles más bajos (al menos ese fue el caso en 2021; en 2018 se observaron niveles similares). Que los estratos más pobres tengan una participación electoral similar a la de los sectores más ricos es un comportamiento contrario a la relación lineal ascendente esperada por la teoría clásica, la cual asume que en la medida en que los ciudadanos reúnen recursos y capitales a lo largo de su vida, desarrollan un mayor interés y entendimiento de la participación política e internalizan la importancia del voto. Desde esta visión, el sufragio tiende a volverse un acto cotidiano, consciente y de bajo costo para quienes tienen acceso a tales recursos.