Por: Daniel Flores Gaucin
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La narrativa predominante, que podríamos denominar como teleológica, sostiene que, conforme pasan los años, las sociedades progresan más y, como consecuencia, sus ciudadanos gozan de más y más derechos; y que esto será así irremediablemente, pues todo forma parte de una retroalimentación positiva según la cual más derechos generan más progreso, lo que eventualmente genera más derechos, y así sucesivamente. Es necesario reconocer que esta narrativa se encuentra en gran medida sustentada por los hechos. Basta echarse una vuelta por la entrada de Wikipedia sobre la legislación del aborto en el mundo para dar cuenta de lo que es una clara tendencia: con el paso de los años el derecho al aborto se ha ido extendiendo entre más y más países. De acuerdo con esta fuente, en 1973, el año de Roe vs. Wade, este derecho estaba presente en 23; mientras para 2022 lo está en 69 países. En México esta narrativa también se sostiene en los hechos, ya que fue hasta el año pasado que la Suprema Corte de Justicia de la Nación institucionalizó el derecho al aborto, mientras que diez años antes, esta misma corte (aunque con otra integración) decidió desechar un par de acciones de inconstitucionalidad en perjuicio de los derechos reproductivos de las mujeres. Según esta narrativa, en 2011 la sociedad mexicana no habría tenido el nivel de progreso suficiente como para que el resultado fuera otro.