Por: Gustavo Gómez Peltier
Ilustración: Alberto Caudillo, cortesía de Nexos
La historia bien puede caracterizarse y analizarse desde la perspectiva de la disputa del territorio. En México, podemos ver que algunas culturas mesoamericanas ejercían una influencia en la que distintos pueblos rendían o cobraban tributos y obediencia a quienes detentaban el control del territorio. Para los conquistadores españoles, este poder no solo se logró mediante sangre, fuego, despojo y engaño, sino también a través de la imposición de estructuras legales basadas en el derecho peninsular a partir del cual se normó el uso y explotación de tierras basadas, inicialmente, en las encomiendas (otorgadas principalmente a los conquistadores) y las propiedades otorgadas a la iglesia católica. Si bien la Nueva España no sería propiamente un Estado sino una entidad territorial vinculada a la monarquía hispánica, la compleja y poco eficiente organización territorial que fue operando durante 300 años, determinó en gran medida el concepto y los límites de la propiedad propiedad, uso y distribución del territorio.