Por: María de Jesús Medina Arellano y Abril Saldaña Tejeda
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
El pasado marzo tuvo lugar en Londres uno de los eventos académicos internacionales más esperados en el área de genómicas, aunque raro como una procesión meteórica. Se trata de la Tercera Cumbre Mundial sobre Edición del Genoma Humano organizada por la Royal Society de Reino Unido y la Academia de Medicina y Ciencias de Estados Unidos. El imponente Instituto Francis Crick reunió a una variedad de científicas y científicos líderes del área de ciencias de la vida y ciencias sociales, bioeticistas, y por primera vez incluyó a organizaciones transnacionales de la sociedad civil, organizaciones internacionales en materia de derechos humanos, grupos de personas expertas de la Organización Mundial de la Salud y activistas defensoras de pacientes, en particular de personas que padecen anemia de células falciformes, también llamada enfermedad de células falciformes. Nos reunimos en esta cumbre para discutir lo que está en juego: las promesas y los riesgos de cambiar el curso de la evolución humana modificando intencionalmente nuestros rasgos hereditarios. Sin embargo, a lo largo del primer día de la Cumbre se punteó que la discusión se centraría sobre la enfermedad de células falciformes y los avances que existen para su tratamiento a nivel de edición somática celular.