Tiempos improbables

Ya no puedo nombrarlos uno a uno, igual que cuando eran menos, pero uno a uno es que aparecen como destellos: los muertos que aún marcan mis días.

Tiempos improbables (Gonzalo Tassier)
Nexos
Ciudad de México /

Por: Ángeles Mastretta

Ilustración: Gonzalo Tassier, cortesía de Nexos

No tengo otra manera de mantenerlos vivos. No hablo con su sombra ni creo que vendrán a comerse los panes de la ofrenda, lo que hago es contarlos muchas veces. Y asirme a la memoria de su entereza, esperando que a veces la compartan conmigo. Sin embargo, a pesar de cuánto los añoro, ahora que son cada vez más, lo primero que hago al despertar es levantarme a vivir como si la muerte fuera una alegoría. Y como si la existencia de los vivos entre los que vivo dependiera de mí. Incauta yo, imaginando que la fuerza de sus ojos y sus deseos dependen de mi testimonio. Estoy aquí para vigilar a mis vivos. Decía la antropóloga Guzmán que ella no quería morirse para no hacernos esa maldad, porque es muy bonito tener mamá. Quería quedarse no por ella, sino para no dejarnos.

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