El reto energético que enfrenta México es, sin duda, uno de los más complejos de los últimos tiempos. Desde la Asociación Mexicana de Energía (AME) reconocemos que no solo estamos ante un desafío, sino ante una oportunidad para redefinir el futuro del sector energético en nuestro país. Al haber asumido el liderazgo de AME para el periodo 2025-2026 reafirmé mi convicción de que debemos actuar con determinación para impulsar un modelo que combine la sostenibilidad con la seguridad de suministro y justicia energética, permitiendo que México alcance sus metas climáticas sin comprometer su desarrollo económico.
La transición energética justa que necesitamos no es una tarea sencilla. En primer lugar, debemos considerar las metas y objetivos de la administración actual, que busca que México pueda alcanzar 45 por ciento de participación de generación eléctrica limpia hacia 2030, lo que implica, de acuerdo con estudios realizado por la AME, la instalación de 35 gigawatts (GW) en los próximos seis años. Este reto es monumental si consideramos que el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) contó con una capacidad despachable de alrededor 57 GW, con una demanda máxima en el Sistema Interconectado Nacional de 54 GW en junio de 2024, dado que una buena parte la capacidad instalada de 89 GW está limitada por la antigüedad natural de centrales, la baja hidrología del periodo y el factor de despacho de las renovables, entre otros. A esto se suma el aumento de la demanda, impulsado no solo por el crecimiento económico y poblacional, sino también por el impacto de las olas de calor en el verano, así como el proceso de relocalización de empresas en nuestro país.
El camino hacia la sostenibilidad debe ser alcanzado con un marco adecuado de políticas públicas y con certeza jurídica que favorezca la inversión y, al mismo tiempo, garantice la seguridad energética que necesita México. Se debe priorizar la creación de un entorno favorable para la inversión en proyectos de gas natural, energías renovables, almacenamiento con baterías y nuevas tecnologías (incluidas las de combustibles verdes), procurando con ello no solo aprovechar el enorme potencial del país en energía solar, eólica y geotérmica, entre otras, sino también potenciando la integración de cadenas productivas para el desarrollo industrial de dichas tecnologías en México.
En cuanto a seguridad de suministro y hasta que se desarrollen nuevas tecnologías de energía firme sustentables, los ciclos combinados a gas natural son una fuente de energía más limpia, firme y más eficiente en comparación con otros combustibles fósiles, por ello juega un papel crucial en la transición energética de México; no obstante, debemos abordar de manera urgente la construcción de infraestructura de transmisión y distribución que permita integrar de manera efectiva el potencial de generación con fuentes limpias, minimizando los costos y maximizando los beneficios para la población.
La transición energética justa debe aprovechar las tecnologías disponibles para garantizar firmeza en el suministro, de manera incluyente y sostenible, procurando una integración y optimización que permita un sistema más eficiente y flexible, capaz de soportar las demandas del crecimiento económico y contribuyendo a la lucha contra el cambio climático.
En la AME reiteramos nuestra disposición para fomentar la colaboración con el gobierno federal para que, mediante reglas claras y certeza jurídica para la inversión, el sector privado pueda contribuir activamente y con la celeridad que requiere el país al desarrollo de la infraestructura que permita seguir construyendo un sector eléctrico que beneficie a México.