Ahora resulta que no somos mexicanos

Ciudad de México /

La población mexicana es mayoritariamente mestiza. Según el censo 2020 del Inegi, el 6.1 por ciento de la población habla una lengua indígena, el 9.4 por ciento vive en hogares indígenas y el 19.4 por ciento se autoidentifica como indígena. Si tomamos esta última cifra, y ante la imposibilidad de discernir el “criollaje”, concluiremos que más de 80 por ciento de los habitantes de México es producto del mestizaje. La gran mayoría de los mexicanos es, en efecto, mestiza.

Ahora bien, nuestro mestizaje cultural es asimétrico. Por la iniquidad de la dominación colonial que impuso la cultura hispánica e intentó aplastar a las culturas prehispánicas, lo occidental es ostensible y lo indígena subrepticio. Aunque está enriquecido con aztequismos, mayismos y un fascinante etcétera, el idioma en que nos comunicamos es el español. Nuestras cosmogonías, nuestra comida —la más diversa y rica del mundo, a juicio mío—, nuestra música y hasta nuestras artesanías tienen tanta influencia de lo que era España en los siglos XVI, XVII y XVIII como de nuestras raíces precolombinas y africanas.

Semejante asimetría es hija de la injusticia. Los indígenas han sido oprimidos y marginados inveteradamente, y los mexicanos de hoy tenemos una deuda con ellos. Es imperativo impulsar leyes y políticas públicas que contribuyan a su reivindicación, no en términos arqueológicos y museográficos sino en el plano social: salud, educación, bienestar para los más pobres entre los pobres. Parafraseando a los indigenistas posrevolucionarios, debemos honrar al indio vivo, no solo al indio muerto.

A mí todo esto me parece obvio, pero a otros no. Junto al racismo más rancio y deleznable de la derecha coexiste el sectarismo de la izquierda en el poder, que regatea la mexicanidad al mestizo o criollo que no comparta el dogma de que el legado español es plenamente nefasto. Este estereotipo que difunde cotidianamente el presidente López Obrador, se reiteró en uno de los espectáculos de las recientes fiestas patrias, el de los “Semilleros”. Los conductores invocaban una y otra vez “la resistencia” de los indígenas —quizá sugerían que resistieran a la 4T, pues no hablaban de la Colonia sino de la actualidad— y algunos integrantes de los grupos artísticos recitaban estrofas contra el “hombre blanco”. ¡Este régimen instiga confrontación hasta en el día nacional, carajo! Moraleja: tener ascendencia hispana y no renegar de ella te hace menos mexicano que el 20 por ciento de la población.

Se trata de una postura sustentada en el purismo, la venganza y la exclusión. Sus ideólogos asumen que el mestizaje es malo y la pureza de los pueblos originarios es buena, que las culpas se heredan y que, más que acabar con la discriminación, hay que cambiar de discriminados. Este y no otro es el pecado mortal de la 4T: el pensamiento único. Yo, como millones de compatriotas, me siento orgulloso de todas nuestras raíces culturales y rechazo la idea de que solamente lo prehispánico sea valioso. Es estúpido pensar que nuestra discrepancia del maniqueísmo oficial mengüe nuestro amor a México. Quienes se creen dueños del progresismo y de la moral quieren apropiarse de la mexicanidad; ahora resulta que pensar distinto no solo es ser conservador y corrupto sino también apátrida. Que quienes lo pregonan se vayan mucho a la quinta de AMLO.


  • Agustín Basave
  • Mexicano regio. Escritor, politólogo. Profesor de la @UDEM. Fanático del futbol (@Rayados) y del box (émulos de JC Chávez). / Escribe todos los lunes su columna El cajón del filoneísmo.
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.