La próxima elección presidencial en México no será una disyuntiva ideológica. López Obrador incrustó su narrativa en el imaginario colectivo, redujo la pobreza y logró que la mayoría de los mexicanos esté conforme con la 4T. ¿Qué idea fuerza va a ofrecer la oposición? ¿Trascender el asistencialismo clientelar, retomar la bandera de la “honestidad valiente” que AMLO dejó tirada? El elector no comprará disquisiciones sobre la sostenibilidad de la política salarial y los programas sociales ni estrategias para combatir la corrupción. En lo primero hay satisfacción y en lo segundo perdón. Así sucedía en los tiempos del “milagro económico” en el siglo pasado: mucha gente había mejorado su nivel de vida, veía las corruptelas como un subproducto del progreso y votaba por el PRI.
Es triste, sin duda, pero cada vez más electorados escogen el rupturismo sin pensar en sus consecuencias. En México se hizo en 2018 -se eligió a un antisistema- y 12 años después será demasiado pronto para rechazar al nuevo establishment. Por eso creo que en 2030 influirá, más que en otras ocasiones, el (la) candidato(a). Si surge una figura opositora que capture la imaginación popular podría haber alternancia. Estoy suponiendo, aclaro, que no habrá un cataclismo en los próximos cinco años, que Claudia Sheinbaum no enfrentará una crisis grave ni en la economía ni en la relación con EU; si mi supuesto es correcto, si la presidenta no sufre un desprestigio que despierte la indignación de la sociedad como hace siete años, lo único que podría derrotar a la 4T es una candidatura que no emane de las filas de los partidos sino de la ciudadanía.
No hay nadie en el oficialismo con el carisma de AMLO. Si la oposición encuentra a un personaje capaz de atraer apoyo popular, un(a) líder nato(a), vendrá por añadidura un cambio de narrativa y de correlación de fuerzas. Veamos lo que está pasando en Michoacán. El atroz asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, y la elección como sustituta de su esposa Grecia Quiroz, han catapultado un movimiento de por sí fuerte. Y es que la tragedia fue causada por uno de los problemas irresueltos, la violencia criminal, específicamente por el tipo de criminalidad que más creció durante el sexenio de AMLO: la extorsión. Fue la permisividad del ex presidente hacia los cárteles lo que hizo que el crimen organizado aumentara su dominio territorial y se enseñoreara en muchas regiones. Los michoacanos lo padecen en el comercio del limón y del aguacate, por ejemplo; días antes de la muerte de Manzo había sido asesinado por la misma razón el líder limonero Bernardo Bravo.
En Michoacán ya hay una opositora que, si gobierna y se protege bien, puede ganar la gubernatura en 2027. Es deplorable que se hayan dado esas circunstancias, por supuesto, pero esta es la realidad del país. El hecho, a juicio mío, es que es probable que a nivel nacional no se dé el enojo social por la corrupción de la 4T sino por su incapacidad de garantizar la seguridad de los mexicanos, y que en 2030 surja un voto de castigo contra la existencia de un Estado criminal paralelo que cobra impuestos e impone la pena de muerte a quienes lo desafían. La oposición debería buscar ahí, en la sociedad, un liderazgo que haga que la idea se cuente sola.