Decisiones inconfesables

Ciudad de México /

Hay decisiones políticas que no se pueden confesar. Por ejemplo, aunque nunca lo admitan públicamente, muchos gobiernos piensan que el gigantesco negocio de las drogas ilícitas es tan difícil de erradicar que lo sensato es conformarse con acotarlo. Creo que algo así se propuso hacer López Obrador: disminuir la violencia, no combatir al crimen organizado. De hecho, tengo para mí que su apuesta fue no atacar a los criminales y esperar que, a cambio, ellos mismos restringieran sus acciones violentas. Mientras Estados Unidos no exigiera una cabeza, no habría operativos en su contra, solo unos cuantos dispositivos de disuasión para pedirles que se portaran bien.

Obviamente, confiar en su buena fe solo sirvió para que los malos se adueñaran del espacio cedido por la autoridad y aumentaran su diversificación y su expansión territorial. Se multiplicaron las regiones donde ejercen funciones tributarias, policiacas, judiciales. Se convirtieron en controladores del mercado. Impusieron cuotas y tarifas a agricultores, comerciantes, transportistas. Cada vez más productores tienen que pagar a los grupos delincuenciales para operar, y no pocos vacacionistas en algunos destinos turísticos son llevados del aeropuerto al hotel en taxis operados por algún cártel. México quedó, en gravísima medida, a su merced. El Estado se replegó y renunció a su responsabilidad primordial, y los mexicanos pagamos las consecuencias.

La presidenta Claudia Sheinbaum tiene una estrategia diferente o, al menos, lo que hizo en CdMx y lo que anunció la semana pasada Omar García Harfuch es distinto. Resulta imposible saberlo con certeza, porque hay que leer muchas cosas entre líneas, pero “neutralizar generadores de violencia” —esas fueron las palabras de Harfuch— no es lo que se hizo en el sexenio pasado. Ignoro si neutralizar signifique detener o abatir capos o cortar recursos del lavado de dinero, pero sé que nada de ello hizo AMLO. Tampoco actuó contra la extorsión y el cobro de piso como ahora se anuncia. Enhorabuena por el aparente viraje. Soy escéptico ante las palabras cuatroteras —la mula opositora no era arisca, las patadas oficialistas la hicieron— pero estoy presto a observar y a reconocer hechos plausibles cuando los vea. Ver para creer, decía santo Tomás. Y para tranquilizarse, añadiría yo.

Vale reiterarlo: sin monopolio de la violencia legítima no hay justicia. Ni libertad ni progreso ni nada.

PD. Yo no le veo fundamento ni beneficio —ningún sentido, pues— a exigir que España pida perdón a México, pero si de veras eso quiere Sheinbaum tiene que dejar de hablar del tema en las mañaneras e instruir a la Cancillería a tejer sagaz y discretamente un acuerdo con Madrid. Así como hay decisiones inconfesables en materia de seguridad, en la diplomacia hay reglas no escritas indispensables para dar buenos resultados, y la confidencialidad es una de ellas. Si en el combate a la violencia la presidenta se aparta de lo hecho por AMLO, con más razón debe hacerlo en su malhadada política exterior. Demandar disculpas en conferencias de prensa es el camino más corto al fracaso. Siempre y cuando, claro, se desee un acto de contrición de la Corona española; porque si se trata de enardecer a la base social y tensar más la relación bilateral, entonces va por buen camino. 


  • Agustín Basave
  • Mexicano regio. Escritor, politólogo. Profesor de la @UDEM. Fanático del futbol (@Rayados) y del box (émulos de JC Chávez). / Escribe todos los lunes su columna El cajón del filoneísmo.
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.