Hay tres requisitos para sobrevivir a Donald Trump. 1.- No mostrar temor ni doblarse prematura y gratuitamente (esta prueba la reprobaron en sus momentos Peña Nieto y López Obrador). 2.- Tener una estrategia para responder sus embestidas y compaginarla con una agenda proactiva propia. 3.- Mantener coherencia, coordinación y disciplina en las acciones de todos los actores: Cancillería, Economía, Seguridad, Fuerzas Armadas, Migración, Embajada, Consulados, incluso empresariado. Pero para hacer todo eso se debe antes descifrar al actual presidente de Estados Unidos, entender su psicología, sus fortalezas y debilidades, sus alianzas y sus resortes políticos.
Este entendimiento, que en alguna medida parecía tener la presidenta Sheinbaum, ya no se aprecia. Y es que la forma en que ha reaccionado recientemente a la amenaza nuestra de cada día luce errática cuando observamos el manejo mañanero de la relación bilateral, de por sí objetable, en la enésima presentación del secretario Ebrard para demostrar que a los estadunidenses no les conviene ponernos aranceles. Esa reacción exuda una perplejidad ante a los anuncios de Trump que a estas alturas resulta sorprendente. ¿Cuál es el propósito de decir una y otra vez (aquí, no allá) que se daría un balazo en el pie? ¿Alguien (aquí o allá) lo duda? ¿Acaso piensan que es esa lógica la que lo mueve?
El arsenal arancelario es para Donald Trump una navaja suiza. Lo usa como instrumento punzocortante para amagar y tomar una posición de fuerza en una negociación, como cuchara para compensar los ingresos fiscales que perderá por la reducción de impuestos a su oligarquía, como tirabuzón para extraer de otros países las plantas que quiere ver instaladas en el suyo y como palillo para quitarse residuos incómodos de patriotismo extranjero de entre los dientes. A los mexicanos nos lo blande por las cuatro razones. Pretender convencerlo con racionalidad de economista es perder el tiempo, y suponer que no sería capaz de dispararse en el pie es un grave error de cálculo. ¿De veras creen que en su segundo mandato carece del capital político para aguantar al menos unos meses la merma en popularidad que le traería el costo de los aranceles a nuestras exportaciones?
Trump quiere agandallar. No es que se trague su cuento de que el mundo se ha aprovechado de Estados Unidos, es que asume que Estados Unidos debe aprovecharse del mundo, exprimir a las demás naciones hasta la última gota de ventaja. Eso ha hecho siempre al negociar: exige mucho, empuja, golpea y arrebata tanto como pueda. No planea, no piensa a largo plazo, no separa ni estructura los temas; olfatea, avanza a golpes de instinto para maximizar fama, dinero y poder. Para México eso se traduce en apretones para darle a su base social un show que les haga creer que detuvo el fentanilo (derrotando a los cárteles) y la migración (endosándonos la carga de pararla) y que revirtió el déficit comercial (jalando algunas empresas a su territorio) por sus pistolas, sin darnos nada a cambio. Así de (im)predecible es su juego.
Me temo que el acierto inicial de la Presidenta al encararlo trajo, con un malhadado triunfalismo, cierta dosis de soberbia. Cuidado. Sí, hay método detrás de la locura, pero primero hay locura. Si no lo entendemos nos va a ir mal.