Estados Unidos quiere enjuiciar al Mayo Zambada, no repatriarlo. ¿Por qué habría un “colapso” en la relación bilateral si México no pugna por su repatriación, como advierte el capo en su tristemente célebre carta, si no porque revelaría información que destruiría la confianza de Washington en el gobierno mexicano? Todo parece indicar que, pese a su inefable amistad con Donald Trump, el cerco estadunidense a López Obrador por su permisividad frente el narco se está estrechando.
Lo escribí hace casi tres años (“El señor de los valores entendidos”, Proceso, 12/06/22). Resumo mi artículo: “El presidente López Obrador tiene un subterfugio para hacer las cosas malas que no quiere que se sepa que hace. Como buen mánager de beisbol, envía señales cifradas a sus jugadores, movimientos de las manos que al lego le parecen tics pero al integrante de su equipo le dan instrucciones precisas de la jugada que debe realizar… En política se habla de ‘valores entendidos’… Vayamos al más delicado de los entendimientos en la 4T… [La decisión de AMLO] de no confrontar a los cárteles, especialmente a uno de ellos, tiene un mensaje intrínseco. Sería algo como ‘yo no los ataco y ustedes reducen la violencia y, de paso, me echan la mano en cuestiones electorales e incluso de gobernabilidad’. En lo primero le han quedado a deber; en lo segundo, según muchos indicios, le han cumplido con creces. Los narcos también saben leer recados simbólicos: si quieren abrazos y no balazos no es necesario decirles quién debe ganar los comicios… El quid pro quo apunta a una cohabitación… se camina hacia un cogobierno voluntario con el crimen organizado… ¿No se le permite controlar regiones enteras del país… a cambio de apuntalar a la 4T? ¿No se trata en los hechos de la creación de un nuevo nivel u orden de gobierno, una suerte de ‘narcocondados’ que… operan con su aval y en la lógica territorial? Son preguntas. No pasa nada, se responderá desde el dugout… A fin de cuentas todos, malosos incluidos, rendirán pleitesía al señor de los valores entendidos”.
Las amenazas arancelarias y migratorias a México son de Trump, y pueden suspenderse a su discreción. Pero la determinación de ir por lo que el Departamento de Justicia de Estados Unidos llama la “eliminación total” de los cárteles mexicanos lo trasciende, pues es evidente que se trata de un punto nodal de la agenda del aparato de seguridad de aquel país, que se mueve con fuerza propia. Aunque esa presión ha llevado a la presidenta Sheinbaum a dejar atrás la política de laissez faire ante la delincuencia organizada, no se ha anunciado un plan antinarco diseñado para sumar la participación de las autoridades estadunidenses, uno que sea benéfico para México y aceptable para ellas. Urge que lo presente antes de que le impongan el suyo. El problema es que para que lo acepten allá se requiere demostrar que ya no existe aquí lo que la Casa Blanca denomina “alianza intolerable” entre gobierno y crimen, y no se ve cómo pueda hacerse sin afectar los intereses de AMLO.
En cuanto el Mayo lanzó su ultimátum, el obradorismo acusó recibo y exigió ayudarlo. Ese miedo a contrariarlo no puede explicarse sin una complicidad que pasó de lo implícito a lo explícito. Cuidado. Lo dije y lo sostengo: hay que escoger a quién defender.