Si me pidieran ilustrar el paisaje opositor mexicano en 2023 lo haría con estampas de las estaciones. Abriría el almanaque de percepciones de los últimos ocho meses —dicen que en política lo que parece es— con la postal de un invierno blancuzco y desolador; después, a partir de la irrupción de Xóchitl Gálvez en la contienda presidencial, pondría la imagen de una primavera colorida y esperanzadora; y tras de la segunda embestida del presidente López Obrador en su contra, la más ponzoñosa, usaría el retrato de un verano gris y aprensivo. Y es que los humores de la oposición han oscilado pendularmente, primero del derrotismo al triunfalismo y luego de la euforia a la preocupación.
Todos esos estados de ánimo han sido desmesurados, a mi juicio. Especialmente el segundo y el tercero: se echaron las campanas a vuelo demasiado pronto y justamente por ello, cuando en las mañaneras se afiló la andanada de descalificaciones contra Xóchitl y se difundieron encuestas favorables a Morena, sobrevino una resaca de escepticismo. Yo no vi antes razones para pensar que su perfil, con todo y ser idóneo, garantizaba la victoria, como tampoco las veo ahora para creer que la 4T es invencible. Se dio el primer paso en la dirección correcta pero faltan muchos más, y hay que darlos sin pisar las minas sembradas por AMLO.
Xóchitl Gálvez puede convencer y vencer. Además de su motivadora hoja de vida posee la valentía necesaria para encarar al leviatán obradorista y el carisma no solo para quedarse con el círculo rojo sino también para atraer, previo ajuste a su estrategia, parte del círculo verde. Ya le arrebató la esperanza a la 4T. AMLO la llama globo desinflado mientras le grita como si fuera un gran zepelín cuya sombra lo persigue. Le teme porque sabe de su potencial leviatán —presume fotos de sondeos que la muestran rezagada, pero esconde la película del tracking en el que ella sube y sube mientras sus corcholatas siguen estancadas— y abusa del poder para dirigir una guerra sucia en su contra; solo le falta declararla un peligro para México y ordenar su desafuero para consumar su traición a la democracia. No lo olvidemos: del tamaño del miedo es el tamaño de la ofensiva.
Si los escollos con que Xóchitl se topa al interior del Frente Amplio no son caballos de Troya, si de veras hay en todos sus integrantes la voluntad de enfrentar a AMLO, su camino se allanará. He aquí el meollo del asunto: la apoyarán quienes crean que el triunfo de la oposición en 2024 es viable y no sean vulnerables a los apretones de Palacio. A estas alturas es muy difícil negar que su arrastre la hace la mejor carta para la alternancia. Y si se impone la sensatez vendrá lo más difícil: que los dirigentes partidistas prioricen el compromiso democrático sobre sus intereses y acepten que, cuando hay locomotora, los vagones se enganchan y se dejan arrastrar.
Ojalá que tras del verano caluroso venga un otoño fresco, y con él la caída de las hojas secas de cuotas, cuates y mezquindades. Hago votos para que en esta estación de tonalidades el liderazgo que Xóchitl Gálvez ya se ganó en la sociedad civil se extienda a los partidos opositores. Solo así podrá hacer su tarea y conquistar la Presidencia de la República como tiene que hacerlo: con una mayoría a prueba de elecciones de Estado.