Conforme se acercaba la noche del 15 de septiembre, Hidalgo se preparaba para unas fiestas patrias memorables. La multitud, cada vez más numerosa, desafiaba las inminentes nubes amenazantes. Quizá no haya en todo el mundo un pueblo con un sentimiento tan patriótico como el nuestro. Y dentro de México, pocos lugares pueden presumir de un sentido de pertenencia y de identidad con un gobierno con tanta popularidad como en Hidalgo.
Para las cinco de la tarde, artistas hidalguenses ya habían deleitado a los asistentes tempraneros. El arriamiento de la bandera fue un momento solemne que conmovió a todos los presentes que colocaron su mano sobre el corazón, demostrando su respeto y devoción a los símbolos patrios. La imagen de la bandera descendiendo lentamente, mientras el viento la ondeaba, fue un espectáculo. Después, los conductores de Radio y Televisión de Hidalgo dieron paso a la fiesta del huapango y al tributo a Juan Gabriel.
La música de bandas locales animaba cada vez más el ambiente, contagiando al público de un fervor que parecía crecer con cada acorde. Desde el emblemático balcón de Plaza Juárez, la vista era espectacular. A medida que uno se adentraba en la multitud, la alegría se contagiaba.
La plaza se llenó, el ambiente, inmejorable, y aún las nubes permanecían. La fiesta continuó con música de mariachi y presentaciones de artistas locales como Maya Solís, la cantante de 13 años aplaudida por la audiencia hidalguense de El Canal del Pueblo.
El público, entregado a la celebración, no se inmutó ante las primeras gotas que comenzaron a caer. Al contrario, la lluvia parecía unir aún más a los presentes, creando una atmósfera de camaradería y alegría.
Al caer la noche, el Grupo Cañaveral subió al escenario, y con ellos, la lluvia comenzó a intensificarse. Pronto, la Plaza Juárez se llenó de paraguas, y aunque algunos intentaban resguardarse, la mayoría permaneció de pie, mojados, pero felices. Alguien gritó “¡Tláloc ya estuvo!” y todos reímos, porque lo importante era celebrar nuestra identidad y nuestro futuro juntos. Era un espectáculo ver a tantos hidalguenses bajo el aguacero, con sonrisas imborrables mientras cantaban y gritaban con fervor.
Y entonces, llegó el momento que todos esperábamos. A pesar de la fuerte lluvia, Julio Menchaca, nuestro gobernador, salió al balcón con una alegría contagiosa a dar el Grito de Independencia. No hubo pausa ni duda. Menchaca, con la voz firme y emocionada, pronunció las tradicionales palabras que convocan a la unidad y al amor por México. Fue conmovedor ver a amas de casa, maestros, choferes, niños, enfermeras, Julión Álvarez, todos juntos, de pie y gritando cuando nuestro gobernador exclamaba frases como: “¡Viva Hidalgo, que viva la transformación del estado, que viva México!”.
Con todo y el aguacero la multitud respondió con un entusiasmo desbordante, coreando los vivas y ondeando sus banderas. Fue una conexión de amor, alegría y respeto hacia nuestro gobernador, nuestro presidente y nuestro país. Los hidalguenses, fieles a su espíritu indomable, permanecieron. Y como bien nos dijo previamente nuestro gobernador con una sonrisa mirando al cielo: “El clima no tiene honor”. Sus palabras resonaron en todos nosotros, que, en la fuerte lluvia, nos mantuvimos firmes.
Plaza Juárez brilló después, no sólo por los fuegos artificiales ni el espectáculo de láser, sino por el calor humano que no se extinguió ni con el aguacero que, lejos de ser un obstáculo, se convirtió en un elemento unificador.
En la noche patria vivimos una fiesta inolvidable, un momento de encuentro entre el pasado y el futuro, entre la tradición y la transformación. La imagen de una Plaza Juárez repleta bajo la lluvia, con el corazón lleno de orgullo y esperanza, quedará grabada por siempre en la memoria de los hidalguenses.