En 1944 el polaco Rafael Lemkin, acuñó el término “genocidio” al acto perpetrado con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso.
Un crimen que a lo largo de la historia fue perpetrado tanto por Nazis, como por la población Hutu en Ruanda y una interminable lista de nocivos ejemplos.
Lamentablemente, México también ha teñido sus páginas de negro, pues el racismo, la xenofobia y el nacionalismo mal entendido, marcaron la expulsión y genocidio de la comunidad oriental a principios del Siglo XX.
Previamente a la Revolución Mexicana y con el propósito de realizar obras ferroviarias, el presidente Porfirio Díaz firmó un convenio para apoyar la migración de chinos a México con la finalidad de conseguir mano de obra accesible.
Años después, ya en plena Revolución, se justificó asociar a los orientales con los porfiristas, comenzando una campaña de desprestigio en su contra que terminó en persecuciones y masacres, mismas que se postergaron hasta el gobierno de Plutarco Elías Calles.
No fue un suceso demasiado documentado y, sin embargo, el narrador y periodista vasco, pero sonorense por decisión, Imanol Caneyada, acreedor en 2015 al “Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares”, publicó una novela en torno aquellos lamentables episodios:
“Fantasmas del Oriente”, editorial Planeta 2021, 296 páginas, en la que a través del género de la narrativa negra-policiaca (pero con un legítimo sustento histórico bien documentado), Caneyada nos cuenta parte de la segregación china y el despojo de sus propiedades, negocios y riqueza en el territorio mexicano.
El autor narra la crónica de Iturbide Ayón, un hombre de descendencia china, que inicia una investigación sobre los sucesos que sufrió su familia cien años atrás, acompañada de la tragedia de los hermanos Tao y Gao Yang, quienes en 1898 junto a sus compatriotas chinos, fueron convertidos en esclavos para trabajar en las minas de Sonora.
Una historia totalmente recomendable, que permite atestiguar los rastros de una barbarie de la que México no es ajeno, y que nos hace unirnos a la famosa consigna de Primo Levi:
"Recordar para no olvidar, para que nunca más suceda".
Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.