Aún no es el fin

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  • Alberto Chimal

Guadalajara /

En los últimos cuatro o cinco años he empezado a escuchar este comentario con más y más frecuencia en los últimos días de cada FIL de Guadalajara: ¿qué sigue?, ¿a qué otro país pueden invitar todavía?

La Feria ya ha tomado, después de todo (dicen), algunas decisiones curiosas en su programación. Han invitado a Los Ángeles. Han invitado a Madrid. Han invitado a América Latina, toda junta. Da la impresión de que ya no saben a quién invitar. ¿No? Ya se les va a acabar el mundo. ¿No? ¿No?

Y habría que decir que no, por supuesto que no.

Es verdad que es más fácil encontrar representación —autores, editoriales, agencias, etcétera— de algunos países que de otros. La FIL no opera sola: trabaja con los gobiernos o instituciones de los países o comunidades a los que invita, y que además de intervenir en la creación del programa y la selección de participantes pagan al menos parte de los gastos relacionados con el traslado de libros (en su caso) y personas. Evidentemente, un país en guerra o muy empobrecido no podrá ni querrá embarcarse en algo así, o simplemente no tendrá quien pueda hacerlo: no habrá una institución que pueda organizar, no habrá siquiera personas en condiciones de ocuparse de las tareas de un entorno editorial o un medio de comunicación.

Y, a la vez, los países más prósperos, con las industrias editoriales más fuertes, podrán hacer mucho más que los que tienen menos e imponerles sus propios productos culturales. El nuestro es un mundo cuya economía es dominada por Estados Unidos, China y otro puñado de países: la “globalización” en la que vivimos nunca ha implicado condiciones u oportunidades iguales para todos, y los más perjudicados hemos sido nosotros, los habitantes del llamado tercer mundo o sur global. Aquí nos llegan (disculpen todos los involucrados) desde las grandes obras artísticas de la época hasta la basura, siempre y cuando hayan sido escritas o vengan promovidas desde un mercado dominante. Y si no, por lo general, no. Las excepciones —desde Gabriel García Márquez, digamos, hasta Valeria Luiselli, los grandes triunfadores de la lengua española en el mundo desarrollado— son eso: los casos inusuales, improbables, que confirman la regla.

Y sin embargo…

Para buscar en la FIL

Propongo un experimento a quienes leen esta columna. Hoy, que es su última oportunidad de hacerlo, vayan a la Feria y busquen algún libro de un país cuya literatura no conozcan. Que no sea mexicano, estadunidense, español, de los países “habituales”: una novela de autora kenyana, una antología de poesía surcoreana, cualquier cosa. Dense la oportunidad de asomarse al resto del mundo: a lo desconocido. De atisbar todo lo otro que existe, el resto del pensamiento del mundo, todo lo demás que nos estamos diciendo unos a otros como integrantes de la especie humana.

En un momento dado, alguno de esos textos desconocidos puede volverse conocido, cercano. Puede incluso volverse parte de sus vidas.

Si encuentran algo así, me avisan. Es en serio: estoy en varias redes sociales con la “arroba” indicada al comienzo de este artículo, y sí respondo los mensajes.

Sea como sea, nos vemos, si todo sale bien, en la próxima FIL.


ÁSS

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